Vivir el Camino en Positivo: Dios es Amor

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“Vivir el Camino en positivo”

Carta a las Comunidades Neocatecumenales.

 

          Comienzo con dos cosas muy importantes: mi experiencia y mi valoración del Camino. Y, para ello, en primer lugar, te saludo con un ¡Querido hermano!  Sí, “hermano”, porque yo también estuve en el Camino varios años, y me ayudó mucho a crecer en mi fe, a amar a la Iglesia y a descubrir mi vocación capuchina y, también, a considerarme y sentirme un pecador, pero, y bendito “pero”, amado y perdonado por Dios, gratuita e inmerecidamente. Y, en segundo lugar, decirte que no soy “anti-Comunidades o anti-Camino”, al contrario, lo recuerdo y valoro con cariño, respeto y agradecimiento. Es más, siempre he defendido que los “hermanos del Camino Neocatecumenal” vivís muy comprometidamente la fe y el amor a la Iglesia. Creo que os lo tomáis todo muy en serio y muy radicalmente, y con una gran confianza en la Providencia Divina. De ahí que mi reconocimiento y valoración en general sea muy positiva. Aunque también es verdad, y ya me pasaba cuando estaba en el Equipo Responsable de mi Comunidad, que hay algunas cosas que no compartía ni comparto, y hay otras que hoy día me preocupan mucho, pero espero “ser yo el que estoy equivocado”.  

         Hace tiempo que llevo pensando escribir o no esta carta. Un buen amigo, prudente y sabio, me aconsejó que no. Pero hoy, durante la oración, he sentido el impulso a escribiros, aunque sea muy breve, pues me gustaría hacerlo extensamente. Sé que me voy a crear problemas, eso quería evitarme mi amigo, pero siento la necesidad espiritual, ministerial y fraterna de deciros lo que os voy a decir, pero pensando las palabras y escribiendo desde el corazón y con todo respeto y cariño. Esta carta nace de mi experiencia como confesor durante más de treinta y cinco años y en muchos lugares. Creo que en la confesión es donde nos manifestamos con más confianza, sinceridad y libertad, pues sabemos que se lo estamos diciendo a Dios, y no al sacerdote. Como es lógico yo ahora no voy a desvelar el “Sigilo Sacramental”, aunque dicen que se puede decir, con prudencia y caridad, “el pecado, pero no el pecador”. Lo que me interesa deciros es algo sobre “vuestra vivencia de ser pecador”.                    

         Está claro que no todos los hermanos del Camino se confiesan de lo mismo, ni con la misma gravedad moral. Pero sí que existe una vivencia espiritual y humana muy común, lógico cuando se comparte un mismo Camino. Pues bien, os digo, que en la mayoría de las veces que se confiesa un hermano (o hermana) del Camino yo sufro mucho, lo paso muy mal y siento dolor en mi corazón, y a veces hasta se me ha notado, y no es por el pecado confesado. ¿Sabes por qué? Por ver en su rostro y en sus palabras una profunda tristeza y un gran sufrimiento, un sentimiento de culpabilidad, una impotencia para hacer el bien y por considerarse malo y no valer nada o casi nada, y podría seguir diciendo muchas frases “negativas”. Es decir, una descalificación en general de su persona, su vida, su familia, su vocación, etc. Esto es profunda y absolutamente injusto, poco humano y poco cristiano. Pues una cosa es pecar y ser pecador, y otra, muy distinta, es creer que uno no vale para nada y autodescalificarse por completo de una forma tan dura e injusta como a veces se hace, y menos viviendo en el Camino la fe y el amor a la Iglesia tan comprometidamente. Muchas veces, cuando el hermano ha terminado y se ha ido, he dicho: “Señor, esto es injusto”.

         Hermano, ahora te pido, por favor, que no te fijes tanto en las palabras literales de “la siguiente confesión”, sino en los sentimientos y actitudes que manifiesta, aclarando que no todos se confiesan de lo mismo y ni de todos los pecados juntos. Cuando viene un hermano, sea adulto o joven, a confesarse, me dice, más o menos, los siguientes pecados: “juicios, ira, envidia, orgullo, soberbia, no poner a Dios lo primero en mi vida, no aceptar mi historia y revelarme contra Dios, no aceptar la cruz que supone mi marido o mi esposa, ser malo, ser un pecador miserable, esclavo del dinero y del pecado”, y a veces añaden: “porque en mi vida parece que reina y triunfa el Maligno, no valgo nada y todo lo hago mal.”  

Una vez me impresionó muchísimo oír a un seminarista decir: “soy un malvado”, fue como clavarme un puñal en mi corazón, por él mismo y porque Dios no elige a un malvado para ser ministro suyo, pero sí a un pecador arrepentido y perdonado. En estas confesiones se emplean palabras y conceptos muy duros que, en la mayoría de las veces, por no decir en todas, no reflejan la realidad moral de su pecado, pues para ser grave-mortal se “requiere plena conciencia y entero consentimiento.” (Catecismo de la Iglesia n.1859). Y, lo repito, menos aún en quien perteneciendo al Camino Neocatecumenal se toma las cosas con la seriedad y el compromiso como lo hacéis vosotros, a veces excesivo y obsesivo. Hermano, todo eso va creando en el corazón y en el espíritu un poso de infelicidad, negativismo, culpabilidad, desánimo y escrúpulos, que hunde, desanima y mata. Siendo el Maligno el único que gana, y no Dios, y eso no puede ocurrir en vosotros, ni en el Camino.

           Cuando dicho hermano ha terminado su confesión, entonces yo me pregunto: ¿Hablo o no? ¿Le digo algo o no? Al final, es como si Dios me dijera: “dile lo que tienes que decirle”. Y, aquí, Dios hace el milagro, no soy yo, y le pregunto: además de esos pecados ¿has hecho algo bien y bueno?, pues tú estás hecho a “Imagen y Semejanza de Dios”, según el Génesis, o sea, que es “Palabra de Dios” y no mía. Y eso significa que “en ti hay más bondad que maldad, más capacidad de hacer el bien que el mal”. Pues de lo contrario serías “imagen y semejanza del Maligno”, y eso en ti no es posible, pues has sido bautizado, rezas y participas en la Eucaristía y confiesas tus pecados. Tú eres y tienes que sentirte siempre una “buena persona y buen cristiano, y, que a veces, pecas.” ¿Sabéis cuál es su respuesta?, se emociona e incluso alguno llora de alegría y me dice: “nunca me han dicho que soy bueno y que puedo hacer el bien y cosas buenas.” Se queda desconcertado, pero alegre.  

Hermanos, es verdad que nosotros tenemos que esforzarnos en vivir auténticamente la fe, sin “rebajas ni recortes”, pero asumiendo que, por desgracia, antes o después, en una cosa u otra, volveremos a pecar. Es entonces cuando tengo que reconocerme pecador y sentir mi pecado, llorando de dolor por haber ofendido a Dios, al prójimo o a mí mismo. Pero recuerda siempre que el único Santo y Perfecto es Dios, y la Virgen María por un don divino, y que todos somos pecadores e imperfectos hasta el final de nuestra vida, el primero yo. 

Hermano, por favor, por el Amor de Dios, vive tu fe en “positivo”, reconoce tus debilidades y pecados, pero, y bendito “pero”, con alegría por ser hijo de Dios, amado y perdonado por Él, agradeciéndole todo lo bueno que pone en tu corazón y el bien que vives y haces por su Amor. Eso es la vida del cristiano, la vida en el Camino Neocatecumenal, dando testimonio de vivir la fe con alegría, la esperanza con humildad y la caridad con obras. No se puede estar hablando casi siempre en las moniciones, ecos, homilías, anuncios y catequesis en “negativo”, del pecado y de ser pecadores, casi delincuentes humanos y espirituales, pues eso no es una “buena noticia” para nadie. Tenemos que proclamar la Buena Noticia de Jesucristo, que nos dio su Amor y su Salvación, sin negar por eso el pecado y el ser pecadores. Creo que si en el Camino Neocatecumenal se viviese y se anunciase en “positivo” arrasaría entre adultos y jóvenes, siendo una fuente de alegría para la Iglesia. Termino recordándote que Dios es Misericordia y Perdón, y que no ha venido al mundo para juzgarnos, sino para salvarnos a todos, y a ti también. Pido a Dios y a la Virgen que te bendigan y te ayuden a vivir tu “Camino en Positivo, porque Dios es Amor”. Muchas gracias por leer mi carta, y perdona mi atrevimiento al escribirla y si en algo te he ofendido. Y, si te ha sido útil y te ha ayudado, la puedes compartir con otros hermanos. ¡Gracias! 

Tu hermano, Fray Pedro Enrique, Capuchino.

 

 

 

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 Vivir el Camino en positivo

Carta a las Comunidades Neocatecumenales

 

 

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