Te he dicho en alguna ocasión, a lo largo de este camino que estamos
haciendo juntos, que es una
irresponsabilidad por mi parte querer
decir mucho en poco espacio. Pues bien,
esta es una de esas ocasiones, pues
pretender explicarte quién es Clara de
Asís con un panel, o incluso con estas
líneas es muy atrevido por mi parte.
Pero lo intentaré.
Empiezo diciéndote que Francisco y Clara son como las dos caras de una
misma moneda, pues no podemos
separarlos. Francisco no se entiende del
todo sin Clara y, Clara nace y completa
la vocación de Francisco.
Clara de Asís: la Hermana Menor,
nace en Asís
en 1193. Hija de una familia noble y
rica. Es una joven inquieta y
comprometida para lo que en su tiempo se
estilaba. Muy sensible con las
necesidades de los demás y con un gran
sentido religioso. Dentro de este
ambiente espiritual y social, conoce a
Francisco y queda fuertemente
impresionada por el cambio de vida que
él había experimentado. Y decide
seguirle en su proyecto de vida
evangélica.
Pero aquí comenzaron los problemas para Clara. En
primer lugar en el seno de su propia
familia, pues se oponían radicalmente,
aunque al final la dejaron en paz y ella
siguió su vocación. Pero el segundo
problema “no pudo solucionarlo”, pues
era la obligación de vivir dentro de un
convento o monasterio. Clara no quería
esto, ella deseaba seguir los pasos de
Francisco, predicando por las calles y
las plazas, anunciando el amor de Dios
por los campos y los pueblos. Pero no
pudo ser. Las mujeres, y especialmente
las religiosas, tenían que vivir en
clausura (dentro de un convento). Así
que ella y las demás hermanas que le
seguían fueron al convento de San
Damián.
Vivir el
Evangelio, como Francisco, la realizó
como mujer y como cristiana. Su
vida fue sencilla y alegre, buscando a
Dios por medio de la oración. De ahí que
se diga que su consagración en la vida
contemplativa completa la vocación
de Francisco, pues él quería
retirarse a orar y no tanto a predicar,
y en cambio Clara era lo contrario,
deseaba predicar y la obligaron a orar.
Pero para Clara orar significa, en primer lugar,
amar y adorar a Dios en un encuentro
gozoso y alegre; y en segundo lugar,
entregarse a Dios y al prójimo. La
alegría de Clara nace cuando descubre la
presencia de Jesús en todas las
criaturas y se manifiesta en la profunda
paz que experimente ante la adversidad y
el sufrimiento que la vida le va
mostrando.
En San Damián, Clara y sus hermanas, forman una
familia de verdaderas Hermanas Menores,
porque están unidas en Cristo por su
vocación común. Ellas son pobres porque
son felices con lo que Dios les da, y
están convencidas de que no necesitan
nada más para rendir a Dios la máxima
alabanza y entrega.
Termino recordándote algo que para mi es muy
importante y que ya te expliqué en la
catequesis vocacional, cuando te
presenté la vocación religiosa
“contemplativa”, pero aplicándolo ahora
a Clara. Veamos si soy capaz de
explicarme bien. En la vida lo
importante e imprescindible no siempre
se ve y valora realmente. Pues bien, te
diré que tanto Clara y sus hermanas, en
los comienzos de la Familia Franciscana,
como las hermanas actuales, fueron y son
el cimiento, el sustento, la base y la
fuerza de todo el carisma franciscano.
Sin ellas no hubiésemos nacido y
crecido. Pues al igual que en una casa
lo único imprescindible para que se
mantenga en pie son los cimientos, y
curiosamente no se ven, pasan
desapercibidos, pero están ahí. De igual
manera, en la vida franciscana estas
hermanas nuestras son lo único
imprescindible. Gracias a ellas y a su
entrega a Dios y a su oración por
nosotros, los demás franciscanos estamos
y podemos hacer algo por los demás,
menos importante aunque más vistoso.
Estamos en un mundo en el que sólo se
valora el “hacer y la eficacia”, pero
sin Dios no podemos hacer casi nada, y
son nuestras hermanas franciscanas de
vida contemplativa las que rezan a Dios
por todos nosotros, las que nos dan la
fuerza y el espíritu para seguir
adelante. ¡Queridas Hermanas, muchas
gracias!
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