He dicho antes que Francisco vivió con una profunda alegría y paz, pero
como es lógico eso no le evitó momentos
difíciles y llenos de sufrimiento. La
clave para superarlos fue su gran
identificación con Jesús.
Desde la
experiencia de fracaso y oscuridad fue
fiel a Dios.
Francisco, se identifico cada vez más con Cristo
pobre y crucificado. Con el Jesús que
pone todo en manos de su Padre Dios.
Igualmente hizo Francisco en sus
momentos de crisis, que los tuvo como
todos, incluso tal vez mayores.
Un hecho histórico y extraordinario, el primero en
la historia de la Iglesia, le ocurrió a
Francisco. Tal era su deseo de unirse
con Cristo pobre y crucificado, tal era
su amor a Él y su compasión hacía sus
sufrimientos en la cruz, que el mismo
Dios le hizo el inmenso don de
experimentar en su propio cuerpo el
dolor de los clavos de Jesús en la cruz.
Se produjo en el cuerpo de Francisco la
“impresión de las llagas”
de Cristo. Así su cuerpo quedo marcado
por agujeros de los clavos y por la
herida del costado.
Este hecho extraordinario, unido al auténtico
testimonio de su vida cristiana, llevó,
dentro de la espiritualidad cristiana, a
llamar a Francisco el “otro Cristo”.
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