Francisco se sentía hijo de Dios y reconocía a Dios presente en todas
las cosas, especialmente en las
criaturas. Por eso él se consideraba
hermano de toda la
creación y rezaba diciendo: Loado
seas mi Señor por toda criatura...
por el sol, la luna, las estrellas, la
madre tierra, el viento, el agua, el
fuego e incluso por nuestra hermana la
muerte corporal.
Este cántico de las cinturas lo compuso Francisco
ya avanzado de edad y enfermo,
concretamente cuando casi estaba ciego,
por eso supone toda una experiencia de
fe y de sintonía con la naturaleza y con
Dios Creador. Este cántico es expresión
del sentimiento de hermandad universal
que Francisco siente con toda la
creación, invitando a todos a la
alabanza del Creador. Veamos el texto
completo:
El
Cántico de las Criaturas
Altísimo,
omnipotente, buen Señor,
tuyas son las alabanzas, la gloria y el
honor y toda bendición.
A ti solo,
Altísimo, corresponden,
y ningún hombre es digno de hacer de ti
mención.
Loado seas,
mi Señor, con todas tus criaturas,
especialmente el señor hermano sol,
el cual es día, y por el cual nos
alumbras.
Y él es
bello y radiante con gran esplendor,
de ti, Altísimo, lleva significación.
Loado seas,
mi Señor, por la hermana luna y las
estrellas,
en el cielo las has formado luminosas y
preciosas y bellas.
Loado seas,
mi Señor, por el hermano viento,
y por el aire y el nublado y el sereno y
todo tiempo,
por el cual a tus criaturas das
sustento.
Loado seas,
mi Señor, por la hermana agua,
la cual es muy útil y humilde y preciosa
y casta.
Loado seas,
mi Señor, por el hermano fuego,
por el cual alumbras la noche,
y él es bello y alegre y robusto y
fuerte.
Loado seas,
mi Señor, por nuestra hermana la madre
tierra,
la cual nos sustenta y gobierna,
y produce diversos frutos con coloridas
flores y hierba.
Loado seas,
mi Señor, por aquellos que perdonan por
tu amor,
y soportan enfermedad y tribulación.
Bienaventurados aquellos que las
soporten en paz,
porque por ti, Altísimo, coronados
serán.
Loado seas,
mi Señor, por nuestra hermana la muerte
corporal,
de la cual ningún hombre viviente puede
escapar.
¡Ay de
aquellos que mueran en pecado mortal!:
bienaventurados aquellos a quienes
encuentre en tu santísima voluntad,
porque la muerte segunda no les hará
mal.
Load y
bendecid a mi Señor,
y dadle gracias y servidle con gran
humildad.
 |