Puede parecer que
Francisco vio claro su camino y su vida
desde el principio y que todo fue fácil.
Pero en realidad no fue así. Él, como
todos, tuvo que ir poco a poco
descubriendo, entre dudas y certezas, su
propia vocación, por llamarle así. Y la
verdad es que el ambiente social y
eclesial no le ayudó mucho.
Francisco, solía ir
de vez en cuando a una pequeña ermita a
las afueras de Asís, llamada de “San
Damián”, para rezar, reflexionar y estar
un poco tranquilo, dado que su vida
estaba cambiando interiormente con gran
rapidez. Pues bien, un día, cuando
estaba en oración ocurrió un hecho que
siempre lo tuvo muy presente Francisco a
lo largo de su vida, especialmente en lo
momentos difíciles y problemáticos. Como
te decía, estando orando oyó la voz del
Cristo que le decía a él directa y
personalmente: "Francisco, ve y
repara mi Iglesia... que como
ves amenaza ruina". Esta frase siempre
fue para Francisco fuente de paz
interior y de seguridad vocacional. Fue
el mismo Dios quien le habló. No fue por
intermediarios, ni mediaciones
eclesiales. Fue el mismo Dios, por medio
del Crucifijo de San Damián, quien le
dijo lo que tenía que hacer.
Pero a pesar de
hablarle el mismo Dios, Francisco al
principio lo entendió en sentido
material, y se puso a reconstruir la
pequeña ermita de San Damián. Iba
pidiendo piedras para obrar, y aceptaba
la ayuda de los más pobres y marginados.
Pero como era de esperar, lo que Dios
quería de él no era “reparación
material” de la ermita, sino más bien
“reparación espiritual, moral y
evangélica de la Iglesia”. Dado que en
aquella época existían muchos problemas
y antitestimonios. Poco a poco Francisco
fue comprendiendo el verdadero sentido
de aquellas palabras. Y su trabajo
fue dar testimonio del
evangelio, la pobreza, la paz, el amor,
la alegría, la sencillez, el apostolado,
la oración, el servicio, etc.
Es muy importante resaltar que Francisco comenzó a
“reconstruir la Iglesia” con su vida y
testimonio, pero siempre desde dentro de
la misma Iglesia, sintiéndose hijo de
ella, amándola y, respetándola,
especialmente a los sacerdotes.
Francisco, se alejo de ciertos
movimientos “críticos” que terminaron
siendo herejes. Francisco cambió a la
Iglesia desde su testimonio y
compromiso. Así lo predijo el Papa en un
sueño, cuando viendo que la basílica de
Letran, en Roma, la titular del Papa, se
desmoronaba y que llegaba un “pobrecillo
hombre” y con su hombro la sostenía y
mantenía.
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