





|
PRESENTACIÓN.
En ocasiones tal vez te
has preguntado: ¿Mi
oración es buena, la
hago bien, es verdadera?
Quiero compartir contigo
algo que te puede ayudar
en tu vida espiritual,
dándote la paz y la
seguridad de estás
haciendo siempre bien la
oración. Pues lo más
importante en la oración
es estar con Dios.
QUIEN HACE ORACIÓN EN
QUIEN.
Creemos que hacer
(vivir) una buena
oración depende de
nosotros, de nuestra
disposición personal,
tanto física como
psicológica, de nuestros
métodos, del lugar, etc.
Todo ello es importante
pero secundario. Cuando
quiero rezar digo: “voy
a hacer oración”, “voy a
estar un rato con el
Señor, o con la Virgen”.
Esto nos hace creer que
somos nosotros los que
vamos a estar con Dios
en la oración y de que
soy yo quien reza a
Dios. En definitiva “soy
yo” el centro y artífice
de la oración, y todo
depende de mi esfuerzo y
de mi preparación. Pues
bien, aquí está el gran
error y confusión que en
ocasiones nos hace vivir
la oración como una
experiencia negativa y
decir “no he hecho una
buena oración o esta
oración no me ha
valido”. En toda oración
no soy yo quien reza a
Dios, sino que es Dios
quién reza en mí, en ti,
en cada uno.
LA ORACIÓN NO ES
SENTIR, SINO SABER.
Cuando vamos a orar
queremos sentirnos bien,
experimentar una gran
paz y consuelo, sentir
que Dios está cerca,
etc. Y todo ello porque
identificamos oración
con sentirnos bien en
ella. Pues mira, una
cosa son nuestros
sentidos y sentimientos
afectivos, y otra muy
distinta la oración y
más en concreto orar
bien. La oración sabemos
que consiste en estar
con Dios, y tener la
certeza, la seguridad,
de que Él nunca falla y
siempre estará con
nosotros,
independientemente de
sentirlo o no. Te lo voy
a explicar con un
sencillo ejemplo muy
clarificador.
UNA GOTA DE AGUA.
Imagínate un vaso vacío
(o un jarro, un cubo,
cuanto más grande
mejor), en donde con un
cuentagotas dejamos caer
una gota de agua, solo
una gota. Si miramos
dentro del vaso tal vez
veamos la gota de agua,
depende de nuestro
sentido de la vista, es
decir de la salud y la
agudeza de nuestros
ojos. Pero también puede
ocurrir que no seamos
capaces de ver (sentir)
la gota de agua, porque
nuestros ojos no ven
bien, o porque el
recipiente es muy grande
y no se aprecia bien la
gota. Pero de lo que sí
estamos seguros,
absolutamente seguros,
es que dentro del vaso
está la gota de agua,
seamos capaces o no de
verla o sentirla.
“GOTAS de AMOR de
DIOS”
Salvando las diferencias
y aunque los ejemplos
nunca son exactos, te
diré que en la oración
Dios siempre pone una
“Gota de Su Amor” en tu
corazón, en tu vida.
Independientemente de
que seas capaz o no de
sentirla y de vivirla.
Si te emocionas y te
sientes bien (¡ves la
gota!), crees que la
oración ha sido buena y
verdadera. Pero si por
el contrario no sientes
nada (¡no ves la gota!)
e incluso has estado
distraído y preocupado
por otras cosas,
entonces crees que tú
oración no ha sido buena
ni verdadera. Amigo,
aquí está el gran error.
La oración no es
cuestión de sentimientos
y ni de sensaciones,
sino de confianza y de
certeza en que Dios
siempre, absolutamente
siempre pondrá una “Gota
de Su Amor” en tu vida.
Sólo tienes que
pedírselo, dedicarle un
poco de tu tiempo. ¿Cómo
hacerlo? ¿Cuando empieza
de verdad mi oración?
INVOCAR-LLAMAR A
DIOS.
Lo más importante y
primero en la oración es
invocar a Dios, algo así
como llamarlo. Con la
absoluta seguridad de
que vendrá, pues Él
nunca falla y siempre
está junto a nosotros.
¡Ojo!, pero no lo
confundas con sentirlo,
pues eso es otra cosa,
más bien psicológica o
fisiológica. Recuerda
que la oración es algo
espiritual, aunque tenga
su repercusión en lo
humano. Por eso tu
oración empieza cuando
con humildad y confianza
invocas o llamas a Dios
(o a la Virgen): ¡Señor
ven a rezar en mí!, o
algo parecido. Es desde
ese momento cuando
comienza tu verdadera y
buena oración, pues es
Dios quien reza en ti,
porque te quiere y desea
estar contigo y
ayudarte. Y todo ello
independientemente de tu
situación personal de
serenidad o
preocupación, de estar
concentrado o distraído,
de vivir con paz o con
sufrimiento. El Señor,
te conoce bien y sabe lo
que necesitas antes de
que tú se lo pidas.
Basta con que lo
invoques, lo llames y
quieras dedicarle un
tiempo a Él y solo para
Él. Así vivirás una
buena y verdadera
oración. Y, después de
la invocación, es cuando
podemos utilizar algún
método que conozcamos,
pero sabiendo que es
solo una ayuda humana,
muy nuestra, muy pequeña
y sobretodo muy
secundaria, pues el
centro y el único
importante en la oración
es Dios, es Él quién ora
en ti, gratuitamente,
porque es amor y te
quiere
incondicionalmente, y
desea estar contigo. Y
para terminar tu
oración, reza con
sinceridad y amor una
oración al Señor (o a la
Virgen), pero muy
despacio, como si
estuvieras hablando con
Él directamente. No
tengas prisa pues Él te
escucha y tú le dices...
|